Antimundo no tarda en volverse una adicción para Julien, quien se sumerge cada vez más en esta falsa realidad. Rodeado por otros adictos a la pantalla que dependen de sus seguidores, publicaciones, selfies y likes, Julien vive acompañado y a la vez aislado, hipnotizado por un mundo ilusorio lleno de imágenes que le restan cualquier interés a la vida cotidiana real.