Dice el dicho que la vida da muchas vueltas, y la vida de los Conroy dio más de una. Primero, Ciryl, padre de los protagonistas, inteligentemente invierte en bienes inmuebles que lo sacarán de la pobreza. Como símbolo de su buena fortuna compra la Casa Holandesa en las afueras de Filadelfia. Es una casa enorme y de un estilo poco común, pero es genial por lo enorme de su construcción y sus grandes jardines. No obstante, su esposa Eldna no congenia con aquella opulencia y se marcha a hacer el bien a los pobres. Sus hijos, Maeve, la mayor, y Danny, el menor, quedan a cargo del padre, sin saber qué sucedió con su madre. Cuando el padre se casa por segunda ocasión, la vida para los hermanos Conroy da un nuevo giro que pondrá a prueba todo lo que ellos han depositado en esa casa.